Plácido Afonso Ravelo, un hombre con éxito en la agricultura tradicional y ecológica

Un vecino de El Sauzal que vive por y de la agricultura, desde que nació hace 56 años, sigue creyendo en el campo

Un día cualquiera, al final de la jornada de mañana se descubre a dos hombres terminando su faena: Placido Afonso y su cuñado, Venancio Izquierdo. Ambos, recogen 300 kilos de papas roster en un reducido espacio de, apenas 40 m2, frente a su domicilio en la parte baja del Camino las Baboseras, al límite con el barranco Cabrera, colindando con La Matanza a 450 metros de altitud sobre el nivel del mar. Se sitúa concretamente en una antigua era donde se llegaron a realizar frecuentemente las trillas del trigo, la cebada o se majaban chochos.

En este entorno existe un pequeño grupo de casas en los que habitan unos 40 vecinos. Es un privilegiado rincón, que emerge por encima de la zona de medianías, donde se agradece el oxigeno proveniente de la corona forestal en la que cada mañana se adivina un espectacular despertar con vistas desde un palco, hacia el norte de nuestra Isla; acompañado por el mar de viñas que prospera en el transcurso de junio desde las Riquelas, con una frontal y auténtica referencia del Teide.

En éste enclave geográfico, el menor de siete hermanos ha aprendido como pocos, las labores y sapiencia del campo a través de sus padres. Plácido se muestra atento, orgulloso e ilusionado con su trabajo, y con semblante amable a la hora de contar su proyecto de vida, siempre relacionado con la agricultura y la ganadería.

Desde pequeño estuvo dedicado a las labores de labranza. Fue a la escuela de la Cruz del Camino en La Matanza hasta los 14 años, a la que asistía en horario de 14.00 a 16.00 horas de la tarde, para luego seguir ayudando al padre y sus hermanos en las faenas de la tierra y el campo. Gran parte de su infancia y juventud la dedicó a estos menesteres en zonas del entorno como: Haya Molina, el Lucano, los Brimbes, lo Máximo o en el camino la Media Suerte, donde su familia tenía los terrenos y otros que hacían de medias. Entre la atención a las viñas, plantación de papas, trigo, cebada, chochos y otros, trabajados a mano o con yunta, era suficiente para la subsistencia del consumo doméstico. En medio de una larga lista de conejos, gallinas, cochinos, cabras, palomas, algunas reses entre perros y gatos, ya la ayuda de una mula, transcurrían los días sin pausa.

Fiel a su formación y dedicación agrícola, Plácido prospera desde el seno de una familia humilde, y continúa dedicando su espíritu a la agricultura tradicional. Siempre de la manera que le enseñaron, sin aplicarle aditivos artificiales. Todas sus tierras y tratamientos a los viñedos son atendidos ecológicamente; igual que sus correctos caldos de intensos colores tintos, no toleran elementos químicos. Se dejan querer, sin más.

Otra de sus facetas destacadas en su haber, se presenta como “ventorrillero” durante nueve años en las Fiestas Patronales de San Pedro, en el Cristo de Tacoronte, San Antonio Abad de La Matanza o en las Fiestas de Ravelo.

Hoy en día, éste hombre de Ravelo, vecino de El Sauzal, disfruta con su trabajo, mantiene cuidado el paisaje rústico, elabora buenos vinos, brinda tiempo a su familia y seguirá produciendo, con gran calidad, víveres de la tierra, como ejemplo de una dedicación que dignifica a las personas que aun creen en el campo.

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